Otra noche de rodillas
a los pies de mi cama,
rezando porque vuelvas a ella.
Pues tú eres mi pequeña fe
y tú cuerpo la piedra
sobre la que edificare
mi pasión y éxtasis.
El cielo son tus labios
y no hay mayor infierno
que tú ausencia.
Derramate en mi
para curar mis pecados.
Dame tú carne y tú sangre
cada noche para cenar.
Déjame ser el cordero
una vez más en tú frío altar.
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