No soy digno
de que entres en cama
pero una palabra,
un beso,
una caricia,
o un simple gesto,
bastará para sanarme.
Somos dos ladrones
clavados a una misma cruz,
tocando nuestras heridas
para no creer
el uno en el otro.
Negándonos tres veces
antes de que el gallo cante,
ésta noche,
consumiremos nuestra carne
y derramaremos sangre ajena,
para olvidar por un segundo
nuestros pecados.
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