Las olas se empeñan
en derribar los muros
de tú castillo de arena.
Y ahí estás tú
con tú pelo rubio
radiante bajo el sol,
con tú cubilete
y tú pequeña pala,
cavando trincheras,
muros y torres.
Mientras quede arena
para ti no habrán olas.
Quizá el salitre
te arranque una lágrima,
pero nunca dejarás de cavar.
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