Naces.
Creces.
Ves la tele.
Te crees diferente a los demás,
hasta tal vez especial.
Te reproduces.
Cuentas a tus hijos
las mismas mentiras
que te contaron de pequeño.
Tu mujer te deja.
Tus hijos te desprecian.
Tal vez vuelvas a encontrar el amor,
para perderlo de nuevo.
Das vueltas en círculos
en el ciclo sin fin e innatural
de la vida moderna.
Tú que te creíste
que estabas destinado
a conquistar las estrellas
y no pudiste ni controlar
tu anodina vida.
Tantos amigos,
tantos seguidores,
tantos me gusta,
tantos corazoncitos,
y putos emoticonos
en la red de redes.
Lo que sea para no sentir
que no importas a nadie.
Nunca morirás,
porque para morir
hay que haber vivido.
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