Por una noche,
amparados por la luna nueva,
fingimos ser especiales,
en la fría madrugada
jugamos a no ser carne.
Nos amamos superficialmente,
piel contra piel,
para no enfrentarnos
al vacío que tenemos dentro.
La superficial belleza
es la única bendición
que se nos permite
a los corazones insaciables.
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