Como cada mañana,
me afeito el amor propio
que me haya podido crecer
a lo largo de la noche.
Me lavo de la cara
los restos de sueños
que aún llevo pegados.
Con caro maquillaje
hecho de mi propia inocencia
(cada vez más escasa)
me pinto una falsa sonrisa
y salgo a luchar un día más
con el resto de payasos tristes,
por las sobras del mundo
que se comieron otros.
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