sábado, 12 de enero de 2019

Una hora.

Ni Dios,
ni Samuel Colt
nos hizo iguales;
Pero si que hay una hora,
en la que ya no merece la pena dormirse
y de la que sólo saldrías de la cama
por un incendio o para mear.
Esa maldita hora,
en la que sólo los peores canallas
duermen en paz,
si que nos hace iguales,
cuando tus fantasmas
son más reales que tú.
Esa puta hora más oscura en blanco,
esa mirada al vacío,
en la que el mierdas de el vacío
no sólo no te devuelve la mirada
si no que además
hace como que no te ha visto.
La hora en que los insomnes
gobernamos la tierra,
la hora de los adictos,
de los corazones rotos,
de los poetas.
La hora de las palabras
nunca dichas,
ni escritas.
La absurda hora en la que no sé
porque no estoy
entre un buen par tetas.

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